Muchas veces, cuando tomamos consciencia de las consecuencias de algunos de nuestros actos, queremos resolverlos de la manera más rápida posible. Cuando esto está relacionado a un embarazo, luego nos llega la frase: “¡Quiero hacer un aborto!”.
Y como pensé en este tema, caramba, no voy a tener condiciones, si mi familia lo descubre, estaré en problemas, mi novio nunca lo aceptará, esto destruirá mi vida, no quería salir embarazada. Todos estos pensamientos llegan acompañados de lágrimas, angustias y miedos, noches mal dormidas. Y de repente surge el aborto como solución fácil y rápida. Siempre acompañada de una incertidumbre, ¡pero yo ya lo resolví!
Muy bien, ¿y qué su hijo o hija cree sobre el asunto? Si, él o ella, que está ahí, adentro de usted, recibiendo la bendición divina de la vida, y con la cual usted está cooperando ahora mismo. ¿Qué él diría? ¿Y Dios? ¿Él ya no sabría todo esto? ¿O será que justo en tu caso Él se equivocó? ¿Cuál sería Su opinión? ¿Será que Él se adormeció y esto sucedió?
En realidad, ya no se trata solo de una persona, ahora son dos, ¿o quién sabe tres? No se trata solamente de mis derechos o de mi vida, sino de nuestras vidas, la suya y la del niño. Y no se olvide de Dios. No es un castigo, sino una oportunidad de vivir un amor aún mayor. Cuántas cosas buenas pueden venir a partir de esta vida.
Además de esto, la Iglesia sabe que existen muchas madres que tuvieron dificultades. En este sentido, el Papa Francisco dijo una cosa muy interesante que talvez te ayude. “Y, entre tales ... puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas a nosotros (cf. 2 Tm 1, 5). Su vida talvez no haya sido siempre perfecta, pero, incluso en medio de las imperfecciones y caídas, continuaron caminando y agradaron al Señor.”
Con seguridad cometimos errores, y algunos tienen consecuencias fuertes en nuestras vidas, por eso no debemos aumentarlos. Hacer un aborto intencional genera una marca terrible en nuestra consciencia, la culpa de haber matado a alguien es algo pesado para la vida psicológica de una mujer, lo contrario de la bendición divina que Dios le concedió, al permitir que esa vida surgirse en usted.
ESTA vida está en la puerta de su vida, golpeando, y diciendo: “si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo (Ap 3,20)”. No es un momento de desespero, es un momento de aceptar las bendiciones de la vida que Dios nos ofrece.
Para terminar, les voy a contar un secreto, mi madre, Dios la tenga en la gloria, tuvo una vida muy difícil, y para empeorar se relacionó con alguien que no quiso asumir su paternidad cuando el embarazo llegó. Imagínese si ella hubiese desistido de mí, imagínese si ella me hubiese abandonado, si ella no me hubiese amado. Usted no leería este texto. Digo esto porque esta persona que está ahí CON usted ya tiene una misión, y la primera es la de crecer como su Hijo.
Fábio Santos Araújo, miembro del sodalicio de Vida Cristiana.
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